Aunque no hay un decreto oficial, en colonias como La Laja los comerciantes bajan las cortinas antes del anochecer y las calles quedan vacías. El miedo ha instaurado un toque de queda autoimpuesto que ni la Guardia Nacional logra revertir.

Acapulco, Guerrero.- La noche no es la única que cae temprano en Acapulco. A las 6:30 de la tarde, en la colonia La Laja, los negocios cierran, las calles se vacían y el silencio toma el control. La avenida Adolfo Ruiz Cortines, normalmente bulliciosa, se convierte en un espacio desolado donde el miedo dicta los horarios. El crimen organizado no necesita anunciar un toque de queda: ya está en efecto.

La madrugada del 19 de abril lo confirmó: un taxi de la ruta Ciudad Renacimiento fue abandonado con un cadáver con huellas de tortura en la colonia La Sabana. Es apenas una escena más en una larga lista de hechos violentos que no cesan en este 2025.

La Laja, ha sido históricamente olvidada. Aunque en 2017 fue señalada como una de las zonas más violentas del puerto, el gobierno federal actual, encabezado por Claudia Sheinbaum, decidió no incluirla en su programa “Guerrero por la Paz”. Esto la dejó fuera de apoyos básicos como obras sociales o servicios públicos eficientes.

En sus calles empinadas y callejones, la vida cotidiana convive con la violencia extrema. Habitantes aseguran que nada ha cambiado desde los tiempos de Félix Salgado Macedonio como alcalde en 2006. El pasado lunes 14 de abril, tres personas fueron asesinadas a plena luz del día en diferentes puntos de la colonia: uno cerca de la iglesia San Nicolás de Bari y dos más en el Andador Almendros, a unas cuadras del mercado local.

De los cuerpos, dos fueron recogidos por sus familiares antes de que el Semefo pudiera intervenir. “Aquí el miedo es constante, no para la violencia”, dice un vecino que pide anonimato. Asegura que lo que se conoce por redes sociales apenas es una fracción: muchos crímenes ni siquiera se denuncian. “¿De qué sirve ir al Ministerio Público si no hacen nada y la delincuencia se entera? Nos va peor”, agrega con resignación.

La Guardia Nacional patrulla algunas zonas al atardecer. Dos de sus camionetas recorren la avenida Ruiz Cortines y se estacionan cerca del mercado. Pero la presencia es insuficiente. La comunidad sabe que los enfrentamientos entre grupos criminales pueden regresar en cualquier momento.

El puente peatonal “Alfredo López Cisneros” es un símbolo macabro. En 2023, ahí fueron colgados cuatro cuerpos semidesnudos por miembros del crimen organizado. Hoy, los vecinos temen que vuelva a usarse como mensaje de terror.

Además de la inseguridad, La Laja sufre el abandono institucional. Las colonias aledañas —La Cima, Bocamar, La Garita— también están bajo el dominio criminal. A más de un año del paso del huracán Otis y siete meses de John, muchas viviendas siguen sin ser reparadas.

La avenida Ruiz Cortines, que inicia en el punto conocido como “la Y”, es una de las vías más importantes del puerto, pero también una de las más peligrosas. Rutas de transporte como Vacacional-Centro, Zapata-Centro e Infonavit-Centro han sido atacadas a balazos; incluso se han incendiado unidades.

El pasado 13 de marzo, una taxista que conducía una Urvan fue asesinada por dos hombres en motocicleta. En lo que va de 2025, el servicio de transporte público ha sido suspendido varios días por los ataques armados. Hoy, agentes de la GN acompañan a los camiones urbanos. Es una medida desesperada para mantener una movilidad que pende de un hilo.

En La Laja y otras zonas olvidadas de Acapulco, el Estado no impone orden ni garantiza derechos. Es el crimen el que define los horarios, la “normalidad”, y la vida misma.