La política arancelaria de Estados Unidos no es una amenaza futura para Puebla: ya está fracturando su estructura exportadora. La caída de 2.6% en el cierre de 2024 y un retroceso estimado de hasta 5% en el primer trimestre de 2025 anticipan un año adverso para la economía poblana, especialmente para su industria automotriz.

Mexconomy - La segunda administración de Donald Trump ha recrudecido su estrategia proteccionista. El llamado Día de la Liberación, cuando se dispararon los aranceles hasta un mínimo de 25% para productos que no cumplen con el T-MEC, marcó un punto de inflexión. Las consecuencias ya se sienten en las siete entidades que concentran el 80% del valor de las exportaciones —Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Baja California, Tamaulipas, Jalisco y Sonora—, pero también han comenzado a desgastar la maquinaria exportadora de otros estados clave como Puebla.

Según datos del INEGI, Puebla registró una disminución de 2.6% en sus exportaciones durante el último trimestre de 2024, colocándose como la séptima entidad con mayor caída nacional. Esta tendencia, lejos de revertirse, parece agravarse. De acuerdo con un análisis de Mexconomy, las exportaciones poblanas podrían caer hasta 5% en el primer trimestre de 2025 respecto al periodo anterior, lo que convertiría a Puebla en uno de los estados más golpeados por el entorno comercial hostil.

La estructura exportadora del estado muestra signos claros de vulnerabilidad. Puebla ocupa actualmente el lugar 11 o 12 a nivel nacional, una caída frente a su posición histórica dentro del top 10. El 80% de sus exportaciones se concentran en vehículos y autopartes, un sector que ha sido directamente afectado por los nuevos aranceles. La presión es doble: por un lado, la imposición tarifaria; por el otro, el bajo cumplimiento del T-MEC. Hasta febrero de 2025, apenas el 45% de los productos mexicanos enviados a EE. UU. cumplían con los requisitos del tratado.

Si bien existen exportaciones en sectores como textiles, maquinaria, alimentos procesados y productos agroindustriales, su volumen no ha sido suficiente para amortiguar la caída. Puebla continúa dependiendo casi exclusivamente de Estados Unidos como destino comercial externo, una condición que hoy se traduce en fragilidad estructural.

En contraste, estados como Querétaro o San Luis Potosí han logrado amortiguar los impactos gracias a una diversificación industrial más avanzada. Puebla, en cambio, mantiene un modelo concentrado y expuesto a los vaivenes del comercio bilateral. La ralentización de su economía es ya visible: menos producción, menos exportación, menos crecimiento, menos empleo formal.

El tiempo para adaptarse se está agotando. Sin una política industrial que permita redireccionar los flujos comerciales, diversificar destinos y modernizar la cadena productiva, Puebla corre el riesgo de perder competitividad no en el futuro, sino ahora mismo. El 2025 comenzó con números rojos. Y si algo ha dejado claro para Puebla la nueva era del comercio mundial es que no hay espacio para la complacencia, mucho menos para las mentiras retóricas.