
Francisco Garduño abandona el Instituto Nacional de Migración (INM) sin dar la cara a las víctimas del incendio en Ciudad Juárez. Su reemplazo, el expriista Sergio Salomón Céspedes Peregrina, entra con calzador arrastrando compromisos de campaña y sin experiencia en el terreno migratorio. El INM, una institución marcada por la muerte y la corrupción cambia de rostro, pero no de fondo.
Todo estaba listo para que Francisco Garduño ofreciera una disculpa pública este martes a los familiares de los 40 migrantes muertos y 26 heridos por el incendio en la estación migratoria de Ciudad Juárez. Sin embargo, el acto fue postergado para el 2 de mayo, teóricamente. La nueva fecha es cualquier cosa menos inocente: Garduño dejará su cargo el 1 de mayo, un día antes.
Lo que parecía una jugada política de bajo perfil se transformó en una provocación abierta. En una reunión previa con Rosa Icela Rodríguez, se le pidió a Garduño adelantar la disculpa para no dejar esa carga en el nuevo titular del INM. Su respuesta fue contundente: “No soy su pendejo”.
El cargo pasará a manos de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, exgobernador de Puebla, quien entra con calzador al Instituto Nacional de Migración. Su designación responde menos a méritos que a compromisos adquiridos por Claudia Sheinbaum durante su campaña presidencial. A cambio del papel que jugó en el respaldo político, Sheinbaum le entrega un organismo federal, pese a que su gestión estatal podría haber sido sujeta a investigación por presunto uso de recursos públicos con fines electorales.
La paradoja es brutal: Céspedes toma el timón de una institución marcada por la desgracia, la corrupción y la colusión con redes criminales de tráfico de personas. No tiene experiencia en temas migratorios, ni conoce de cerca las dinámicas fronterizas, ni ha trabajado con organismos internacionales en la materia. Pero, dada su capacidad para maniobrar estructuras políticas corruptas, podría acomodarse bien en el INM, justo por las razones equivocadas.
Mientras tanto, Garduño deja tras de sí una estela de impunidad. La disculpa que debía ofrecer no era opcional: era una de las condiciones impuestas por el Poder Judicial al otorgarle la suspensión condicional del proceso por ejercicio indebido del servicio público. Y, sin embargo, parece que también burlará esa obligación. Su historial de evasivas habla por sí solo.
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