La presidenta Claudia Sheinbaum se ha esforzado en tejer una narrativa cuidadosa sobre la transición en el Instituto Nacional de Migración. Sus declaraciones, estudiadamente políticas, hablan de un proceso de transición "largo" y "ordenado". Sin embargo, la realidad que se asoma entre las grietas de este discurso oficial revela una historia muy diferente.
El caso de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, aparentemente designado para dirigir el INM, se ha convertido en un ejemplo paradigmático de cómo las apariencias en política no siempre coinciden con la realidad. Mientras el gobierno insiste en la importancia de una transición pausada debido a la delicada relación migratoria con Estados Unidos, los hechos sugieren que estamos ante una rectificación silenciosa de un nombramiento forzado por los "aportes" del gobierno de Puebla a la campaña política del año pasado.
La sombra del expresidente López Obrador se proyecta sobre esta crisis soterrada. Sus cuestionamientos sobre la falta de experiencia de Céspedes Peregrina en temas migratorios pusieron en entredicho la idoneidad del nombramiento. "Es un buen hombre" ha dicho López Obrador, "pero la crisis migratoria necesita más". Primero fue una subsecretaría en Gobernación, luego el INM. Ahora, la oferta de un puesto consular al exgobernador de Puebla está en la mesa y aparece más como una salida decorosa que como una decisión estratégica.
Mientras tanto, Francisco Garduño, hombre de confianza de López Obrador, permanece al frente del INM. Su continuidad, que podría extenderse indefinidamente, nuevamente hace evidente que las estructuras del poder anterior mantienen su influencia en áreas estratégicas del gobierno actual.
Céspedes Peregrina y su equipo permanecen atrapados en un limbo administrativo. Así es la política, muchas veces interpretada como daño colateral de batallas silenciosas por el poder y el control de las instituciones más sensibles del Estado mexicano.
La crisis migratoria con Estados Unidos se ha convertido en el pretexto perfecto para maquillar una realidad incómoda: la nueva administración enfrenta serias dificultades para desmantelar las estructuras de poder heredadas. La retórica oficial sobre la importancia de preservar la experiencia y garantizar una transición ordenada no logra ocultar completamente esta realidad.
En el fondo, este episodio revela las complejidades de la transición política en México. Mientras el discurso público habla de cambio y renovación, las estructuras del poder anterior demuestran una notable resistencia. Al final del pasillo principal, del patio central de Palacio Nacional, Sergio Salomón Céspedes Peregrina es lo de menos. La verdadera prueba para el gobierno de Sheinbaum no será solo gestionar la crisis migratoria, sino navegar esas aguas turbulentas a bordo de una barcaza de nombre AMLO.
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