“Cada dólar cuenta, pero cuando ese dólar no llega, se desmorona cualquier nación que depende de sus migrantes para sostener su economía interna.".HCS – Economista
Advertencia: Este artículo no está basado en ideologías ni en especulaciones políticas, sino que se enfoca en los posibles escenarios derivados de las políticas anunciadas por la administración de Donald Trump y las condiciones actuales de México. El análisis está orientado a una evaluación objetiva de los retos y las implicaciones que podrían surgir, basándose en hechos y tendencias verificables.La reelección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos encendió alarmas en todo el mundo, pero para México, la amenaza trasciende el discurso. Más allá del “estamos preparados” oficialista, las políticas anunciadas por Donald Trump no son simples advertencias; representan un asedio directo a la economía, la estabilidad social y las relaciones bilaterales.
Es decir, desafortunadamente el regreso de Trump no trae incertidumbre, sino certezas sombrías para México: medidas radicales que buscan gravar las remesas, aranceles punitivos, deportaciones masivas y la posible designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas.
Estas acciones no sólo plantean castigar a los migrantes y al comercio, sino que también colocan a México en una encrucijada histórica.
Abordemos algunos temas en juego.
Las remesas han sido el salvavidas de México. En 2023, representaron el 4% del PIB, superando ingresos de sectores como el petróleo. Sin embargo, gravarlas con un 10% podría tener efectos devastadores. De ocurrir tal medida podemos esperar:
- Derrumbe del consumo interno: Los hogares que dependen de este dinero reducirían drásticamente su gasto, afectando a economías locales ya debilitadas.
- Éxodo financiero: El impuesto podría desincentivar los envíos formales, impulsando métodos informales y vulnerables al crimen organizado.
Peor aún, estas medidas dejan entrever una estrategia para golpear el corazón de las comunidades mexicanas, exacerbando la desigualdad y la pobreza.
Consideremos ahora la espada del proteccionismo. Trump ha demostrado su disposición a usar el comercio como arma política. Su amenaza de imponer aranceles a productos mexicanos es un mensaje claro: México debe pagar el precio de no alinearse con las prioridades estadounidenses. De ocurrir medidas proteccionistas esto podemos esperar:
- Impacto inmediato: Sectores como el automotriz, que representa casi el 30% de las exportaciones mexicanas, sufrirían pérdidas significativas.
- Efecto dominó: Los aranceles elevarían costos para las empresas, obligándolas a recortar empleos y reduciendo la competitividad de los productos mexicanos en mercados globales.
Pero el escenario no termina ahí. Trump ha insinuado que su política migratoria incluirá represalias comerciales para países que no “cooperen” con las deportaciones. México se enfrenta a un chantaje económico que podría desestabilizar sus principales motores de crecimiento.
Por si fuera poco, el regreso de las políticas de “cero tolerancia” y las deportaciones masivas traerán consigo un aumento sin precedentes de retornados a México. Estos migrantes, muchos sin redes de apoyo ni oportunidades laborales, representarán un reto humanitario y social. Los efectos inmediatos serían:
- Crisis en la frontera: Los albergues mexicanos, ya desbordados, no podrán soportar la llegada masiva de personas expulsadas.
- Presión sobre el mercado laboral: La reintegración de deportados podría saturar los sectores informales, alimentando el desempleo y la precarización.
El tema de las deportaciones masivas va en serio. Trump ha señalado a México como “cómplice” de la crisis migratoria, utilizando un lenguaje que amenaza con criminalizar aún más a los migrantes y justificar medidas unilaterales.
De ocurrir lo antes mencionado, el impacto económico sería enorme. No se limitará a los sectores vulnerables. El peso mexicano, históricamente sensible a las decisiones de Washington, enfrentará una tormenta perfecta: Bajo este escenario es probable:
- Devaluación acelerada: Si los mercados perciben un aumento en la incertidumbre, el tipo de cambio podría alcanzar niveles críticos, superando los 25 pesos por dólar.
- Inflación galopante: Una moneda débil encarecerá las importaciones, desde alimentos hasta tecnología, afectando a toda la población.
Este escenario limitaría la capacidad del gobierno mexicano para responder a una crisis, dejando a millones en una situación de precariedad.
Pero los problemas para México no terminan ahí. Uno de los mayores riesgos es la posible designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Aunque podría parecer una medida contra el narcotráfico, sus implicaciones geopolíticas van más allá:
- Intervención directa: Esta etiqueta abriría la puerta a operaciones militares unilaterales en territorio mexicano, una clara violación de la soberanía nacional.
- Sanciones económicas: Empresas mexicanas podrían ser afectadas por restricciones financieras bajo el argumento de vínculos indirectos con actividades ilícitas.
México quedaría atrapado entre el fuego cruzado de un conflicto que no puede controlar, con consecuencias impredecibles para su seguridad y estabilidad.
No es exagerado hablar de un panorama desolador para México con el regreso de Trump. Pero esto no puede comprenderse plenamente sin examinar los errores y omisiones de un gobierno que, en más de seis años, ha priorizado la narrativa ideológica sobre la solución efectiva de problemas estructurales. Bajo la bandera de la autodenominada Cuarta Transformación, las políticas de “abrazos y no balazos” permitieron el crecimiento exponencial de los cárteles, consolidando su poder en amplias regiones del país. El resultado ha sido el mayor número de homicidios dolosos en la historia contemporánea de México, un símbolo trágico de un gobierno que optó por la inacción frente a la violencia.
La política económica, fuertemente inclinada hacia una agenda de izquierda, no ha fomentado ni el crecimiento ni la diversificación necesaria para enfrentar los desafíos globales. Las clases medias, motor del desarrollo económico y social, han sido golpeadas como nunca antes, mientras la infraestructura del país se encuentra prácticamente en ruinas, reflejo de años de abandono y desinversión.
El sector energético, pilar estratégico para cualquier nación, está más vulnerable que nunca, agravado por una crisis financiera que ha hundido a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricidad. Al mismo tiempo, el sector salud sigue devastado, con un suministro de medicamentos insuficiente y hospitales en condiciones deplorables. La educación, en lugar de ser una herramienta de movilidad social, ha caído en un deterioro alarmante, dejando a generaciones enteras sin las herramientas necesarias para construir un futuro mejor.
Por si fuera poco, la destrucción de los órganos autónomos ha minado las bases de la democracia. Con el debilitamiento del sistema judicial y la eliminación de mecanismos de rendición de cuentas, el gobierno ha erosionado lo poco que funcionaba de un sistema que garantizaba, al menos en parte, la vigilancia del poder.
En este contexto, México no sólo enfrenta los desafíos externos que traerá la administración Trump, sino también las consecuencias de sus propias decisiones internas. La tormenta económica, social y política que se avecina no solo será responsabilidad de factores externos, sino también de un gobierno que, en su afán por consolidar un proyecto ideológico, ha dejado al país debilitado, dividido y vulnerable frente a los embates de una realidad cada vez más hostil.
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