La reciente propuesta de Donald Trump, presidente electo de los Estados Unidos, para crear un Servicio de Ingresos Externos que recabe aranceles provenientes del comercio exterior, vuelve a poner a México en una posición de vulnerabilidad económica y diplomática. Sin embargo, lo que debería ser un llamado urgente a la acción por parte del gobierno mexicano, parece estar siendo abordado con una preocupante pasividad.
Trump ha sido claro: busca revertir décadas de acuerdos comerciales al implementar medidas proteccionistas que obliguen a sus socios, entre ellos México y Canadá, a pagar lo que él considera su "parte justa". Las implicaciones para nuestro país son alarmantes, sobre todo porque el T-MEC, piedra angular del comercio entre los tres países, podría enfrentarse a una transformación unilateral que afectaría directamente a sectores importantes como el automotriz, el manufacturero y el agroindustrial.
Pero mientras otros mandatarios de la región ya están tomando acciones preventivas o buscando espacios de diálogo, el gobierno mexicano parece estar más preocupado por no incomodar a su vecino del norte que por anticipar las repercusiones de este giro proteccionista. La falta de una invitación personal para Claudia Sheinbaum a la ceremonia de investidura presidencial de Trump no solo evidencia el desdén de la administración entrante hacia México, sino también la falta de peso político de nuestra diplomacia en este momento crítico.
El mensaje es claro: Estados Unidos tiene una agenda específica, y México no está en una posición privilegiada dentro de ella. Este desaire no es un simple detalle protocolario, sino una señal contundente de cómo el nuevo gobierno estadounidense percibe a su socio del sur: un actor secundario, cuya opinión o colaboración es prescindible.
Ante esta situación el gobierno mexicano permanece inmóvil, confiando en que las reglas del T-MEC sean suficientes para proteger nuestra economía. La historia reciente ha demostrado que Trump no tiene reparos en doblar o reinterpretar las reglas si eso le resulta conveniente. No hay espacio para la complacencia: México necesita replantear su estrategia comercial y diplomática de inmediato.
En lugar de esperar a que Estados Unidos imponga su narrativa, México debería estar fortaleciendo su presencia en mercados alternativos, reconfigurando sus cadenas de valor y utilizando todos los foros internacionales disponibles para contrarrestar cualquier movimiento unilateral. Es básico que se envíe un mensaje político claro. El "no pasa nada" de la presidenta Claudia Sheinbaum, es desconcertante.
¡Si puede pasar mucho! 😱 Por ejemplo, que nuestro país sea rehén de decisiones proteccionistas que ponen en riesgo millones de empleos y la estabilidad económica.
El gráfico compartido por Trump en redes, que resalta cómo los aranceles fueron históricamente la principal fuente de ingresos federales de Estados Unidos, es un recordatorio de que el proteccionismo puede generar beneficios a corto plazo para algunos, pero costos enormes para otros. México debe dejar de reaccionar con incredulidad y comenzar a actuar con determinación.
Si la administración Sheinbaum no responde con firmeza, estaremos condenados a ser una pieza pasiva en un juego donde otros mueven las fichas. Los aranceles van, y el gobierno mexicano ¿qué sigue esperando? 🤔
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