"Una dependencia excesiva del comercio exterior puede debilitar la economía local y la cohesión social." — Dani Rodrik, Economista.
México está al borde de una tormenta geopolítica y económica autogenerada por las contradicciones de la Cuarta Transformación. En su afán por seguir una línea ideológica de “izquierda”, ha mostrado afinidad con China y Rusia, apostando por una política exterior que desafía el equilibrio estratégico y comercial construido durante treinta años con Estados Unidos y Canadá.
No exagero al afirmar que este enfoque, que desprecia las implicaciones del T-MEC como eje de la economía mexicana, no solo amenaza los lazos comerciales con nuestros principales socios, sino que arriesga la estabilidad económica y social del país.
Es evidente que la apertura indiscriminada a los productos chinos ha consolidado a México como la “puerta trasera” de China en Norteamérica. Textiles, calzado, tecnología y, más recientemente, automóviles eléctricos están desplazando no sólo a los productores nacionales, sino también afectando a las industrias manufactureras de Canadá y Estados Unidos, en diversos sectores como, por ejemplo, las partes automotrices.
Tras seis años de este patrón, se entiende que esta permisividad sea vista por los socios del T-MEC como una violación al espíritu del acuerdo, diseñado para proteger cadenas de valor regionales y el empleo local.
Lo que no se entiende es cómo por el sesgo ideológico del gobierno no se valore en su justa dimensión que, mientras México recibe productos chinos en masa, las exportaciones mexicanas a China son mínimas, confirmando un esquema profundamente asimétrico.
Es evidente que los gobiernos de la 4T no han entendido que su ideología en contra del “imperialismo norteamericano”, entre otras sandeces, ha sido permisiva con una entrada masiva de todo tipo de manufacturas chinas que, incluso -estimulada por la extensa corrupción aduanal- están destruyendo miles de empleos formales en México y adueñándose de mercados completos.
Más todavía. En el frente geopolítico, los gobiernos de la 4T parecen ignorar que el comercio internacional ya no es un simple intercambio de bienes, sino una extensión de un conflicto mayor: la lucha por la supremacía económica global entre Occidente y el bloque sino-ruso.
Pero se engañan solos. Estados Unidos y Canadá ya no ven a México como un socio confiable en la contención de China. La postura de las administraciones de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, marcada por una narrativa de “soberanía” y acercamientos a regímenes autócratas y autoritarios, entre ellos el de Rusia, ha debilitado esa confianza.
Las consecuencias ya están a la vista. En Canadá, líderes como Doug Ford y Danielle Smith exigen la exclusión de México del T-MEC, acusándolo de ser un facilitador de las ambiciones chinas. En Estados Unidos, Donald Trump, presidente electo con altas probabilidades de cumplir las promesas de campaña, amenaza con una revisión profunda del acuerdo comercial, además de imponer aranceles, ejecutar deportaciones masivas y llevar a cabo acciones directas contra los cárteles mexicanos.
Nuestros principales socios comerciales perciben a México como un eslabón débil que beneficia a sus rivales estratégicos y geopolíticos.
Frente a ello, la postura del gobierno mexicano es alarmantemente pasiva. A pesar de los crecientes reclamos y amenazas, no se ha delineado una estrategia clara para defender la posición de México dentro del T-MEC. La respuesta oficial se limita a frases vacías como “no pasará nada” o “estamos preparados”.
Las tensiones se intensifican y el margen de maniobra se reduce. Ante la inminente revisión del acuerdo en 2026, el tiempo para rectificar es escaso.
A los políticos parece que poco les importa; pueden darse el lujo de dinamitar a México sin remordimientos, como lo han demostrado con las recientes reformas constitucionales. Viven del poder, en el poder, y de sus beneficios. Pero el costo de estas decisiones si va a recaer en millones de mexicanos.
Una posible exclusión de México del T-MEC o el colapso del tratado sería devastador: pérdida masiva de empleos, fuga de inversiones, alza en los precios de bienes y una crisis económica que profundizaría las desigualdades.
La 4T, atrapada en su narrativa ideológica, parece ignorar que Estados Unidos y Canadá son pilares fundamentales de la economía mexicana, mientras que China y Rusia representan más riesgos que oportunidades.
El momento exige pragmatismo y liderazgo. El gobierno mexicano debe abandonar la obsesión ideológica y priorizar su posición como socio confiable en Norteamérica. Si no entienden que la integración comercial es un asunto también de seguridad nacional para cada una de las naciones del T-MEC, México podría quedar aislado de Norteamérica en un mundo cada vez más polarizado. El tiempo para rectificar está corriendo.
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