“Sin una respuesta efectiva y bien coordinada, los carteles y organizaciones criminales simplemente llenarán el vacío dejado por una estrategia débil o insuficiente".John P. Sullivan – Especialista en seguridad nacional y crimen organizado transnacional
Las recientes declaraciones del Embajador estadounidense en México, Ken Salazar, sobre la estrategia de seguridad de “abrazos, no balazos” de Andrés Manuel López Obrador no son sólo críticas directas; son un fuerte llamado de atención que cuestiona las intenciones y la coherencia de la administración de Andrés Manuel López Obrador, en un tema tan fundamental como la seguridad.
Salazar no escatimó palabras para calificar la estrategia de AMLO como un “fracaso” y señaló que esta política, más ideológica que práctica, ha puesto en peligro a millones de ciudadanos. El problema no es solo de discurso; es de una realidad en la que las políticas de seguridad se construyeron sobre una serie de premisas erradas que han perpetuado la inseguridad, pese a las cifras manipuladas que también denunció el embajador de Estados Unidos en México.
Para AMLO, la visión de seguridad se ha centrado en rechazar la confrontación directa con el crimen organizado y en la apuesta por “la paz” como respuesta a una crisis de violencia que no entiende de discursos conciliatorios. Bajo el lema de “abrazos, no balazos”, se buscó proyectar una imagen de reconciliación y apoyo social, pero esta visión ha demostrado ser una peligrosa simplificación que ignora las dinámicas criminales reales y las necesidades urgentes de seguridad en el país.
Salazar dio en el clavo cuando señaló que “las cifras que le dicen al pueblo que no hay problema no están basadas en la realidad.” En efecto, los crímenes de alto perfil, desde el asesinato de líderes comunitarios en Sinaloa hasta el homicidio de un párroco en Chiapas, han sido el oscuro telón de fondo que desmiente las narrativas triunfalistas de la administración de AMLO. “El cambio de tendencia en los homicidios dolosos”, la “austeridad republicana” y la negación de ayuda estadounidense también revelan una cerrazón que va más allá de lo irresponsable.
En términos geopolíticos, el rechazo de AMLO a los 32 millones de dólares ofrecidos por Estados Unidos para fortalecer las capacidades de seguridad de México es un ejemplo flagrante de cómo la ideología ha sido usada como pretexto para decisiones profundamente negligentes. Esta postura aislacionista, disfrazada de defensa de la soberanía, no sólo ignora la realidad del crimen transnacional, sino que también hipoteca la seguridad de los ciudadanos y de los agentes policiales que se enfrentan a estas organizaciones. En un contexto en el que México y Estados Unidos están intrínsecamente conectados en cuestiones de seguridad, esta negación parece más una terquedad ideológica que una estrategia legítima para proteger al país.
La negligencia de AMLO es particularmente evidente en la situación de los cuerpos de seguridad. Sin una política de apoyo adecuada, policías mal pagados y sin recursos se ven cada vez más vulnerables a la corrupción y al peligro directo. La corrupción y la intimidación por parte del crimen organizado no son problemas nuevos, pero el modelo de austeridad republicana de AMLO ha profundizado su impacto, exponiendo a los elementos de seguridad a una situación casi insostenible.
Si Sheinbaum mantiene la visión de AMLO sin ajustes significativos, la inseguridad se convertirá en un problema aún mayor, en un país que ya se encuentra entre los más peligrosos del mundo.
El Embajador Salazar fue claro al señalar que “la seguridad es la bisagra de una democracia”. México, en su situación actual, ha distorsionado esa premisa al anteponer una ideología de “austeridad”, de “atención a las causas” y “pacificación” que ha dejado a la ciudadanía vulnerable y ha sacrificado la paz social en favor de una política de fachada. Claudia Sheinbaum deberá reconocer que el país está en una encrucijada y que, sin una transformación profunda y sin la colaboración internacional que se ha rechazado sistemáticamente, México seguirá envuelto en un ciclo interminable de violencia y terror.
En última instancia, las declaraciones de Ken Salazar reflejan un escenario preocupante: un país atrapado entre la negación oficial de su realidad y la falta de una política efectiva. La crítica es clara y el mensaje contundente. El gobierno mexicano debe corregir el rumbo y optar por una política que priorice la seguridad real sobre el plano ideológico. De lo contrario, el fracaso anunciado por Salazar será también un juicio para la administración actual y una sentencia de muerte para el futuro de México y su gente.
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