🌍💼 Las empresas que operan en Sinkiang enfrentan un gran dilema: cumplir con leyes internacionales contra el trabajo forzado 👔⛓️ o continuar sus operaciones en China 🧵🇨🇳, donde el gobierno no tolera la desvinculación de la región. Las tensiones geopolíticas 🌐⚡️ y las acusaciones de violaciones de derechos humanos 💔⚖️ complican decisiones empresariales.
Mexconnomy.- En un clima global de tensiones políticas y económicas, las empresas internacionales que operan en China están experimentando crecientes tensiones. Es el caso de las empresas instaladas en Sinkiang donde ya enfrentan decisiones difíciles que tienen implicaciones profundas en sus estrategias comerciales y de sostenibilidad.
El reciente caso de la empresa matriz de Calvin Klein y Tommy Hilfiger, PVH, investigada por el gobierno chino tras dejar de comprar productos de Sinkiang, es solo el último de una serie de eventos que ponen de manifiesto los riesgos que implica hacer negocios en esta región.
China es el mayor productor mundial de algodón, con casi el 90% de su producción concentrada en Sinkiang, una región que ha sido objeto de intensas críticas internacionales debido a acusaciones de trabajo forzado y violaciones de derechos humanos, particularmente hacia la minoría uigur. La Ley de Prevención del Trabajo Forzado Uigur de EE. UU. prohíbe las importaciones procedentes de esta región a menos que se demuestre que están libres de trabajo forzado, y otras jurisdicciones, como la Unión Europea y Canadá, han adoptado medidas similares. Estas leyes obligan a las empresas a tomar decisiones difíciles: dejar de abastecerse de productos de Sinkiang podría proteger su reputación en los mercados occidentales, pero podría acarrear consecuencias legales y represalias por parte de China.
Para PVH y otras empresas, la inclusión en la Lista de Entidades No Confiables de China podría traducirse en multas, restricciones operativas e incluso prohibiciones de exportación. Los riesgos legales no son el único desafío. En 2021, marcas como H&M y Nike enfrentaron boicots de consumidores chinos después de declarar su desvinculación de Sinkiang, lo que demuestra el potencial daño a la reputación en mercados clave.
Sin embargo, salir de Sinkiang no es una tarea fácil. Empresas como BASF y Volkswagen, con inversiones significativas en la región, encuentran complicado reducir o vender sus operaciones debido a las estrictas normativas y a la vigilancia del gobierno chino. La dependencia de China como proveedor de materias primas y manufacturas también plantea dificultades para trasladar operaciones a otros países sin incurrir en altos costos y potenciales retrasos en la cadena de suministro.
La situación se complica aún más por las tensiones geopolíticas. Con China como aliado de Rusia en el conflicto ucraniano, muchas empresas están reconsiderando su exposición a los riesgos políticos que supone invertir en China. Larry Fink, CEO de BlackRock, subrayó recientemente la necesidad de evaluar los riesgos relacionados con la participación económica de China en el contexto global actual. Para algunas empresas, como Volkswagen, este análisis ya ha llevado a replantear su presencia en Sinkiang.
Además, la permanencia de las empresas en Sinkiang pone en riesgo su compromiso con la responsabilidad social y la sostenibilidad. Los grupos de derechos humanos han instado a las empresas a rechazar productos provenientes de la región, señalando la relación entre el trabajo forzado y la producción de algodón. Operar en Sinkiang puede deteriorar la relación de las empresas con inversores y consumidores que priorizan la sostenibilidad y las prácticas éticas, afectando su acceso a capital y dañando su imagen pública.
El dilema de las empresas en Sinkiang (y otras regiones de China) es claro: mantenerse en la región podría resultar en sanciones, pero irse podría significar perder el acceso al mercado chino y enfrentar costos de reestructuración significativos.
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