Publicar imágenes de la violencia que desangra a México no es un acto de sensacionalismo; es un deber. Es nuestra obligación como medio de comunicación. ¿Es fácil? No. ¿Es necesario? Absolutamente.

En un país donde las cifras de homicidios dolosos se maquillan y la tragedia diaria se relega a estadísticas, nuestra labor es presentar la verdad, aunque duela. Cada asesinato no es solo un número, sino el dolor de una familia, el fin de una vida, la prueba irrefutable de un Estado que, hoy por hoy, se encuentra rebasado.

Han pasado seis largos años desde que el gobierno federal intentó parar esta espiral de violencia con “abrazos, no balazos”, y lejos de mejorar, la situación se ha deteriorado. Cada semana nos encontramos con hechos de barbarie, como en el caso del homicidio del presidente municipal de Chilpancingo, de su secretario de seguridad y de un jefe policiaco de ese municipio.

Las escenas de horror se repiten una y otra vez, como en Guanajuato, donde 32 personas fueron asesinadas en un solo día. Y qué decir de Sinaloa, que a un mes de desatada la violencia entre grupos de narcotraficantes, ha dejado un saldo de más de 160 vidas perdidas. Culiacán, la principal ciudad afectada, ahora sufre también una parálisis comercial, asolada por saqueos y violencia, mientras la policía estatal y municipal permanece inoperante.

Ya no hay territorios seguros. Estados como Aguascalientes, antaño considerados tranquilos, han sido tomados por el crimen. En Zacatecas, Nuevo León, Michoacán y muchas otras regiones, el crimen se ha instalado con una familiaridad alarmante. De Baja California a Chiapas, México entero está atrapado en esta red de violencia que consume, que destruye, que mata.

Hoy se nos presenta una "nueva" estrategia de Seguridad Pública. Claudia Sheinbaum declara que no se repetirá la “guerra contra el narco” de Calderón ni las “ejecuciones extrajudiciales”. Un cambio de narrativa, mientras que el país se desangra.

Los cuatro ejes presentados no cambian nada: atención a las causas de la violencia, fortalecimiento de la Guardia Nacional, inteligencia y coordinación institucional, una continuación de lo que México ya vio seis años atrás.

La violencia sigue, y lo único que realmente cambia son los nombres de las víctimas.

En este contexto, no podemos cerrar los ojos. No vamos a suavizar esta realidad. La verdad necesita ser dicha y mostrada, tal como es, sin filtros ni concesiones.

En Región Global, elegimos servir a nuestros lectores. Nuestra responsabilidad no es disfrazar la violencia ni suavizar el horror; es exponerlo, porque si no lo hacemos, nos convertimos en cómplices del miedo. ¿Se ha normalizado la violencia? Tal vez, pero aquí no podemos permitirnos la comodidad de la indiferencia. Nuestra misión, aunque difícil, es necesaria. Y aquí, en este medio, no vamos a fallar.

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