En un país como México, donde los índices de violencia alcanzan cifras alarmantes, el nombramiento de altos mandos militares al frente de las principales instituciones de seguridad no solo es un acto administrativo, sino una respuesta urgente y necesaria a una crisis que ha cobrado la vida de cerca de 200 mil personas durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
En este contexto, la designación de Ricardo Trevilla Trejo como próximo titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y Raymundo Pedro Morales Ángeles al frente de la Secretaría de Marina (SEMAR), bajo el gobierno entrante de Claudia Sheinbaum, adquiere una relevancia monumental.
México vive, prácticamente, una guerra interna, una guerra no declarada oficialmente, pero evidente en sus consecuencias devastadoras.
El crimen organizado ha permeado hasta los rincones más apartados del territorio nacional, desafiando constantemente al Estado, expandiendo su poder territorial, económico y social. La realidad es cruda: la inseguridad se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de los mexicanos.
La militarización de la seguridad pública ha sido la respuesta más efectiva, aunque polémica, en los últimos años.
Aquí es donde la experiencia y trayectoria de hombres como Trevilla y Morales cobran importancia. Ambos han dedicado décadas al servicio militar, y sus nombramientos son un reconocimiento de la necesidad de contar con líderes militares altamente capacitados en el ámbito de la seguridad nacional.
No es casualidad que ambos perfiles acumulen no solo vastos conocimientos académicos, sino también una experiencia de campo invaluable. La lucha contra el crimen no ocurre únicamente desde los escritorios; se combate desde los cuarteles, en las trincheras, en los operativos que muchas veces no salen en los medios pero que son decisivos para la estabilidad del país.
Trevilla Trejo, con su extenso bagaje en misiones militares de alto nivel, y Morales Ángeles, con su preparación en seguridad nacional y sus cargos en zonas estratégicas como Tehuantepec y la Marina, representan la esperanza de un enfoque estructurado y eficiente en la lucha contra el crimen organizado.
En un país donde la violencia ha escalado a niveles inéditos y el crimen sigue ganando terreno, tener al frente a líderes con esta trayectoria puede marcar la diferencia.
Sin embargo, la pregunta central es si la experiencia militar es suficiente para frenar la oleada de violencia y regresar la gobernabilidad a los territorios hoy en manos del crimen organizado. La respuesta es compleja. Por un lado, es evidente que se necesita una estrategia que no solo sea reactiva, sino preventiva; que aborde las causas estructurales de la criminalidad como la pobreza, la falta de oportunidades y la corrupción. Pero, por otro lado, en un momento donde la vida de miles de ciudadanos está en juego, contar con una fuerza armada preparada y con líderes de sólida trayectoria puede ser la última línea de defensa.
Claudia Sheinbaum ha depositado su confianza en ambos líderes militares para enfrentar el reto más grande que México tiene hoy: restaurar la paz en sus calles y garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
Considerando la situación actual, el reto es enorme, pero no es insuperable si se cuenta con los mandos adecuados. Y es aquí donde la experiencia militar se convierte en una pieza clave del rompecabezas. Quizá no sea la solución absoluta, pero si se observa con cuidado, es una parte fundamental en la construcción de un México más seguro.
El tiempo dirá la última palabra al respecto. Mientras tanto, parece una muy buena señal la experiencia y el conocimiento que ambos líderes militares aportan a la próxima administración presidencial.
La doctora Sheinbaum sabe que los ciudadanos exigen resultados, y será la experiencia en los campos de batalla y los años de servicio, lo que determinará si México puede finalmente inclinar la balanza a favor de la paz.
Después de casi 200 mil vidas perdidas a manos del crimen, la apuesta por líderes capacitados se vuelve no solo necesaria, sino imperativa.
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