Asuntos de Estado
Lecciones

Para Pedro Alberto, el hijo amoroso que siempre da la mano a su padre.

Horacio De la Cruz S.

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Corría el año 1985, había concluido al cien por ciento los estudios de la licenciatura en economía y mi primer trabajo profesional fue de profesor ‘suplente’ de Teoría Económica, Historia Económica General y Matemáticas financieras. Comenzaba la búsqueda de cómo ganar dinero como profesionista.

De manera no remunerada ayudé a algunas investigaciones, pero la que más gratamente recuerdo por ahí de 1984 es la participación que tuve con el Doctor en Derecho, Antonio Sacristán Colás, quien fue mi profesor de Teoría y Política Monetaria.

Lo conocí cuando él tenía más de 80 años. Su sabiduría, su voz enérgica, llena de autoridad, me impactaron. Cada clase suya era verdaderamente magistral. Para entonces poca gente conocía a profundidad su enorme trayectoria académica, política y profesional. Yo sólo sabía que fue exiliado de España y que era fundador y presidente del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

Ahora, cualquiera puede constatar que no exagero cuando hablo o escribo sobre uno de mis mejores profesores en la Facultad de Economía de la UNAM, si consulta Wikipedia. Pero lo que ahí no encontrará fue lo que él mismo me platicó: conoció y recibió cátedra de John Maynard Keynes, tal vez el economista (británico), más influyente del siglo XX.

Al concluir una de sus clases, el profesor Sacristán Colás, esperaba a su ayudante por los problemas de movilidad física y de vista que tenía. Yo debatía con un estudiante sinaloense sobre el modelo Harrod-Domar. Pasados unos minutos, el profesor me preguntó pegando su rostro muy próximo al mío (por sus problemas de visión) ¿Cómo te llamas? Y me presenté.

La segunda pregunta fue: ¿Podrías ayudarme a revisar y reflexionar algunos textos que estoy preparando? ¡Por supuesto que acepté!

Al siguiente fin de semana llegué a su casa ubicada en el Pedregal de San Ángel. Enorme, donde tuve la oportunidad de saludar con un hola, a su nuera Catarina Rock de Sacristán y a su hijo Emilio Sacristán.

El estudio del doctor Sacristán Colás era como una fotografía surrealista: un anciano en bata, rodeado de libros y documentos por doquier. Un escritorio grande. Pero lo que más me asombró, y conmovió, fue su tenacidad para estudiar. Nunca me dijo qué enfermedad tenía en los ojos (creo que cataratas), pero sus textos los veía y escribía a través de una lupa superpuesta sobre cualquier texto, enorme, de aproximadamente 25 cm de diámetro y una luz de foco luminiscente.

Nunca he vuelto a ver a un ser tan enorme (por su conocimiento, dedicación y esfuerzo físico) y avanzado en años, haciendo un trabajo casi sobrehumano orientado sólo por el deseo de encontrar respuestas a los problemas que su tiempo le planteaba.

Y comenzó la revisión y el debate de lo que en borrador de llamaba “Keynes en la década de los ochenta” y que en libro se tituló “Keynes Ante La Crisis Mundial de Los Años Ochenta” (Editorial Siglo XXI, 1985).

El doctor Sacristán Colás me dijo “léa a fondo, mi nuera (Catarina Rock) y Emilio me dicen que es ‘circular’, expliquemos mejor la parte teórica”. Primero realicé apuntes a mano, luego tomé su máquina de escribir y eso hicimos, al menos eso creo.

El doctor Antonio Sacristán Colás tuvo algunas complicaciones de salud y lo dejé de ver. Su libro salió a la venta, lo compré, lo leí. Fue la última obra de un gigante de la economía en la que no tengo mención alguna y no me corresponde porque lo único que hice fue reescribir algunos párrafos que explican la muy conocida obra de la “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” de John Maynard Keynes.

Uno de esos días grises de octubre (1986), ví que en la primera plana de “El Financiero” se mencionaba el fallecimiento del doctor Antonio Sacristán Colás y se le homenajeaba como uno de los pilares del sistema financiero mexicano. Sentí una enorme tristeza. Lloré a solas, un poco, en uno de los rincones de Palacio Nacional donde trabajaba para la SHCP y aún me causa nostalgia el recuerdo del hombre que con un puro en la boca daba clases mirando al vacío, hablando magistralmente de memoria y jugueteando con el mango de su bastón en el escritorio.

Antonio Sacristán Colás vivió hasta el último de sus días, estoy seguro, dedicado al aprendizaje y la enseñanza de la economía, y a dar lecciones sobre cómo resolver los problemas económicos de México. “La deuda externa de México -me decía- es incobrable, porque es impagable”.

InfoStockMx / Región Global

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