Asuntos de Estado
Vive y deja vivir

Horacio De la Crz S.

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Quitemos a la excarcelación de Mario Marín Torres el morbo político. Es necesario ver con claridad el tema, porque existieron en su entorno algunas condiciones que tal vez él ignoró y lo llevaron a enfrentar una pena corporal injusta.

Mario, como todo hombre de poder, cometió excesos que son cosa juzgada, guste o no a la señora Lydia Cacho, pero él no ordenó tortura alguna y mucho menos cometió actos abominables.

Lo que me consta es que a Mario lo traicionaron (la lista es muy larga) y, en los hechos, tras el escándalo mediático de 2006, el círculo rojo lo vio como una mina de oro a la que podrían sacarle provecho apenas escarbando un poco en la superficie de un conflicto ya para entonces muy profundo.

También me consta la impericia —y la perversidad— con la que actuaron algunos personajes de su burbuja íntima de poder, para sacarle más, mucho más, de lo que ya les había dado.

¿Por qué creció tanto la gravedad de un conflicto que pudo haber tenido punto final el mismo año que inició? No es una pregunta que Javier Sánchez Galicia (entonces responsable y estratega de la imagen mediática de Mario Marín) pueda responder, menos con su tradicional abstracción de los temas.

Quien sí puede responder ante el peso de los hechos es Valentín Meneses.

¿Por qué lo sostengo? Veamos:

El escándalo mediático Cacho-Marín escaló rápidamente (mucho se ha escrito al respecto). Previamente, Mario me había dicho más de una vez, respecto a Valentín: “Te lo encargo mucho”.

Como consultor (muchos dicen asesor), después de observar tantos tumbos y palos de ciego dados por el equipo de cabilderos y lobbistas que rodeaban a Mario Marín y compañía, propuse a Valentín buscar un acuerdo reparatorio del daño, tal vez una disculpa pública y una compensación económica por el daño que hubiera sufrido la señora Cacho.

En esa dirección creí que el único profesional, capaz y eficaz, para lograr el acercamiento y conducir a una negociación contundente que pusiera punto final al tema, era Miguel Lerma Candelaria. Hablé con él. Lo convencí de participar y aceptó.

Miguel contactó a Jorge Zepeda Patterson, un economista y periodista muy serio que no necesita presentación, pero en ese entonces muy cercano a la señora Lydia Cacho.

Presenté a Valentín con Miguel Lerma Candelaria. Las cosas se encaminaron a un acercamiento sin otro ánimo que poner fin al conflicto mediático primero, y posteriormente legal. Miguel acordó con Jorge Zepeda Patterson un encuentro que prometía y se llevó a cabo en el restaurante “Churchill” de Polanco. Olímpicamente, Valentín Meneses me dejó fuera de la reunión sin hacerlo del conocimiento de Miguel, quien, tras la reunión, ya por la noche, me preguntó: “¿Por qué no estuviste?”.

¿Qué ocurrió en esa comida?

No lo sé en primera persona. Por la noche —comentaba—, Miguel Lerma habló largo conmigo, pero tras preguntar por mi ausencia en la reunión, hablamos de otros temas.

Al siguiente día, pregunté a Valentín: “¿Cómo te fue?”. Estaba muy contento; primero me respondió: “Muy bien”. Sin embargo, lo que siguió al “muy bien” fue un conjunto de frases tan vulgares y corrientes en torno a Jorge Zepeda Patterson y la señora Lydia Cacho que me dejaron helado y las voy a omitir, por el momento.

Después de esa desafortunada verborrea, guardé silencio y me despedí. No volví a tocar el tema. Sabía que todo el esfuerzo previo se había ido por la cañería al poner temas tan delicados en manos de un sujeto que es, y siempre será, corriente, mentiroso, traidor y vulgar.

¿Qué le dijo Valentín a Mario de ese encuentro? ¿Qué respondió Mario y cuál fue su decisión? No lo sé porque, por iniciativa propia, ya no quise involucrarme más en el tema.

Pasaron los días, tal vez meses, y junto a un amigo a quien guardo un recuerdo y cariño infinito, un “Iniciado” (q.e.p.d.), comimos en Casa Puebla con Mario Marín. Hablamos de todo y nada. Evité cualquier comentario respecto al tema Cacho-Marín. El gobernador mantuvo en la conversación la actitud de poder de siempre. Nos despedimos, le di un abrazo y, en privado, fue la última vez que coincidimos.

Al respecto, quiero expresar que no recibí ni pedí un solo centavo por mi trabajo a lo largo de ese conflicto. Lo hice porque tenía la convicción de que el remedio de ese tema era la conciliación entre las partes y porque Mario Marín siempre fue un sujeto cordial y afectuoso conmigo.

Pasó el tiempo, Miguel Lerma, quien hablaba conmigo por horas antes de que le pidiera intervenir en el conflicto Cacho-Marín, quedó resentido con Valentín, con Mario Marín y conmigo. Finalmente, Javier Sánchez Galicia, con el estilo que le caracteriza, fue el sepulturero de esa relación y del vínculo de afecto de Mario Marín conmigo.

Volví a coincidir con Miguel Lerma Candelaria, nos abrazamos con afecto, pero nunca volvimos al punto de partida.

Por haber tenido la mala fortuna de coincidir en Puebla con tipos como Valentín Meneses, perdí amigos, tiempo y dinero.

A Mario Marín le mando un abrazo y me da mucho gusto, por él y su familia, que respire el aire libre y vea nuevamente la maravilla de la naturaleza.

A la señora Lydia Cacho, mis respetos.

Nadie nace sabiendo”. Se aprende en el camino, pero —entre otras máximas— deberíamos saber que hay una que nos puede evitar muchos dolores:

VIVE Y DEJA VIVIR

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