No está en el Código Fiscal de la Federación, pero es el impuesto más extendido en México y se llama "mal gobierno".

Horacio De la Cruz S.

| @hcsblog

Muy simple: si un gobierno da malos resultados, las consecuencias las pagamos todos, menos quien gobierna.

Cultura del Fracaso

En México han sido tantos años de fracasos que ya nos hemos acostumbrado a ellos. Y no cambiamos, ni vamos a cambiar. Nos hemos convertido en campeones del fracaso, viviendo en un reino de mediocridad.

Revisemos algunos argumentos del porqué de esta digresión:

La mayoría de la gente, frente a una emergencia, corre a un hospital público donde se enfrentan a la falta de lugares, no hay tratamientos, tampoco operaciones, y faltan medicinas, insumos, médicos y enfermeras. El año pasado sólo el 20% de los hospitales públicos tenían los medicamentos justos para funcionar.

Sin embargo, desde sus mañaneras, el presidente Andrés Manuel López Obrador asegura que estamos cerca de tener el mejor sistema de salud del mundo, y la gente le cree.

Otro Ejemplo

Mientras el mundo se reinventa a través de la Inteligencia Artificial, en las escuelas públicas de México ni siquiera hay agua en los sucios baños, menos aún una educación de calidad. Del magisterio, digamos que está en todo, menos en la educación, principalmente sus sindicatos.

A pesar de ello, millones de personas logran escalar en la vida, aunque la mayoría queda atrapada en la informalidad, el crimen o actividades ilícitas; pero en general casi todo el mundo se conforma con su situación actual. Según el INEGI hoy en día el 60% de los mexicanos trabaja en la informalidad.

Dependencia de los Programas Sociales

Así nos encontramos con que los padres buscan las becas del gobierno para sus hijos, y cuando alcanzan la edad productiva, los hijos buscan los programas sociales de trabajo que se convierten en su sostén y entre la informalidad y la eventualidad pasan gran parte de su vida productiva.

Finalmente, el tiempo nos consume (p. ej., en el tráfico mientras tu gobernador viaja en helicóptero para ir a una comida) y, al envejecer, la pensión del bienestar es la única tabla de salvación para una cantidad enorme de ancianos (la mayor parte de ellos enfermos) que se incrementa día con día.

¿Qué hiciste en la vida? ¿Qué lograste para tu bienestar y calidad de vida? ¿Tienes dinero para comer sano, vacacionar, atender tus enfermedades? ¿Tu vivienda es cómoda? ¿En qué te transportas? ¿Cómo te diviertes y qué actividades realizas? ¿Ahorraste o tienes alguna inversión?

La gran mayoría de la gente en México tiene un ciclo de vida dependiente: naces, creces, te reproduces, no te desarrollas y mueres.

Es el reflejo del México que vivimos, del país en el que nos han convertido malos gobiernos de todos los colores: un país donde la incapacidad (corrupción, mediocridad, etc.) del gobierno se ha traducido en la esperanza de recibir dádivas con malos servicios básicos, inseguridad, violencia, transporte de mala calidad, carreteras en mal estado, sin energía en medio de apagones, suministro de agua sucia y (...) me detengo, no terminaría.

Apretón de Tuercas

Pero todo lo anterior no se compara con lo que viene: Andrés Manuel López Obrador va por el ajuste social y político más severo que hayamos conocido con el llamado Plan C: Una reforma al Poder Judicial que pretende que “el pueblo” elija a jueces y magistrados, similar a lo implementado en Bolivia con resultados desastrosos.

Dizque para acabar con la corrupción y con los privilegios del Poder Judicial, cuando todo el sector público mexicanos en todos los niveles de gobierno está lleno de eso.

Pero AMLO, ese nostálgico del socialismo latinoamericano, modelo de gobierno que no ha hecho más que hacer infelices a todos a quienes han sido gobernados por sátrapas de la misma calaña, se ha dejado guiar por Evo Morales —su “hermano”— para construir la más peligrosa de sus fantasías.

No exagero. Bolivia, la nación que gobernó Evo Morales, es el único país del mundo que desde 2011 ha utilizado un sistema de elección popular para sus jueces, magistrados y principales funcionarios del Poder Judicial.

Este sistema ha sido un total fracaso. Actualmente tiene una tasa de rechazo del 75%, pero simplemente los bolivianos no pueden sacudirse ese yugo que ellos mismos se pusieron al cuello encantados por la lengua de un líder cocalero que los dejó peor que como estaban.

El resultado: no hay independencia judicial y la justicia se ha corrompido a niveles inimaginables, con actuaciones judiciales por consigna, especialmente en contra de los opositores. Eso sí, Evo vive en medio de privilegios, fuera de su país, viaja frecuentemente en aviones privados y goza de cabal salud física y financiera.

Los jodidos son los bolivianos a quienes dejó un desorden más enredado que un queso Oaxaca, para que se entretengan otros diez años más. Es decir, les dejó un culebrón para que se entretengan toda una generación: 25 años nada más. Mientras tanto, Evo, como reza AMLO, feliz, feliz.

Al Borde del Precipicio

Así que no es exagerado decir que México se encuentra al borde de un precipicio.

Pero acostumbrados a menos que la mediocridad, nada nos conmueve. Ni siquiera los 80 homicidios dolosos que a diario se cometen en cualquier parte de México. ¡Estamos hechos no sé de qué!

Para acabarla de chingar, el panorama político opositor no ofrece alternativas: Xóchitl Gálvez camina desnuda exhibiendo el interés de mantenerse como líder ciudadana no sé si para conseguir más contratos para sus empresas o para erigirse como líder con una nueva organización que evolucione a partido político para que financie su vida holgada al estilo AMLO. El PAN y el PRI son partidos despreciados, con líderes despreciados y, gracias al voto de la gente, el PRD ya no existe como partido político nacional.

Más todavía, no tenga falsas esperanzas. Claudia Sheinbaum, la presidenta electa, sigue de buen modo el derrotero que trazó AMLO: a nadie conviene más que a ella tener más poder en medio de tanto desorden. El Plan C con todo y la reforma al Poder Judicial va. Cueste lo que cueste, pase lo que pase.

Y cómo no si el juego del poder presidencial es ganar-ganar. Los platos rotos —recuerde— los pagamos los demás. Como decía al principio de esta reflexión: el mal gobierno es un impuesto que todos pagamos, menos quienes nos gobiernan.

Epitafio: Pensar que todo comenzó sembrando la esperanza de que iba a “acabar con la corrupción”. Y acabó, pero con México.

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