Horacio De la Cruz S.

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Melquiades Morales Flores, el último de los gobernadores priistas que puede pasear por las calles de Puebla sin temor alguno, decía sabiamente que “no hay que sudar calenturas ajenas”.

Néstor Camarillo, el dirigente estatal del PRI, está en esa frecuencia y no se anda con rodeos al afirmar que las recientes deserciones de priistas poblanos “son tan intrascendentes como un partido de dominó en cualquier cantina”.

¡Ah, la poesía de la política poblana!

Dicho de otra manera: Néstor Camarillo tiene razón cuando afirma que las recientes deserciones de priistas poblanos son intrascendentes. También tiene razón cuando señala que los hoy desertores no ganan una elección ni en su colonia.

Y todo esto porque Charbel Jorge Estéfan Chidiac, muy a su estilo intrigoso, está metiendo presión al CEN del PRI para ser candidato al Senado conforme al reparto de cuotas de la Alianza Opositora que encabeza Xóchitl Gálvez por el PAN, PRI, PRD y, para el caso de Puebla, el PSI.

Así que la pregunta obligada del día es: ¿Se va Estéfan del PRI?

Antes de responder, consideremos dos cosas que todo el mundo sabe:

Primero. En Morena no quieren a Estéfan Chidiac, con excepción del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, por aquello que le debe en gran parte la operación política desde el Congreso local que lo llevó a donde hoy está.

En segundo lugar. Estéfan Chidiac no come lumbre.

Así que Alito Moreno Cárdenas, presidente del CEN y Néstor Camarillo, dirigente estatal del PRI, saben que la calentura que suda Estéfan Chidiac por estos días tiene remedio, es pasajera.

No sin empeorar un poco más, tal vez.

Porque, no obstante que por paridad toca candidato (hombre) al Senado por la primera fórmula al PRI, toda vez que Ana Teresa Aranda (mujer) va en la segunda fórmula al Senado por la Alianza, la senadora Nadia Navarro tiene un pie dentro apoyada por la candidata presidencial Xóchitl Gálvez.

Así que el único que pierde el sueño es Charbel Jorge. No creo que Alito Moreno o Néstor Camarillo tengan preocupación alguna.

Menos cuando todo el mundo sabe que Estéfan Chidiac come del plato y la mano del gobernador de Puebla, a quien tiene embelesado contándole esas historias de poder que alguna vez Sergio Salomón Céspedes Peregrina escuchó de oídas pero que hoy, sentado en Casa Aguayo, siente que son parte de su cultura política.

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