Inicia la cuenta regresiva para el final del sexenio más letal y destructivo que hayamos conocido los mexicanos con vida.

El asfixiante presidencialismo de Andrés Manuel López Obrador llega a su último año. Durante su mandato, hemos presenciado un gobierno marcado por la polarización, la confrontación constante, la ofensa a quienes no coincidimos con él y, lo que es peor, las amenazas y agresiones de su huestes virtuales.

El presidente López Obrador llegó al poder con la promesa de una transformación de la vida pública del país. ¿Qué cambió? Para bien, nada.

Hemos sido testigos de un uso del poder presidencial que ha debilitado las instituciones democráticas. Su estilo de gobierno, caracterizado por sus mañaneras diarias y su retórica confrontativa, ha erosionado la confianza en las instituciones y ha socavado la división de poderes.

Uno de los aspectos más controvertidos de su mandato ha sido su enfoque en materia de seguridad. A pesar de su promesa de pacificar al país, México ha vivido años de violencia desenfrenada, con un aumento constante en el número de homicidios y una estrategia de "abrazos, no balazos" que ha demostrado ser aliada de la impunidad de que goza la delincuencia organizada.

El saldo del obradorato en número de muertes que pudieron evitarse, lo dice todo. A la fecha, más de un millón, entre pandemia y homicidios dolosos.

Pero la turbulencia no termina, ni se reduce. El último año de su gobierno será como un huracán.

Por primera vez en 18 años, López Obrador vivirá una elección presidencial desde el poder y no como candidato opositor. Esto significa la participación activa del presidente en las elecciones que ya socava constantemente a su favor, en cuanto a imparcialidad e integridad del proceso.

A pesar de las varias medidas cautelares en su contra, López Obrador, abusando del poder presidencial, todos los días ataca negativamente a los partidos, coaliciones, candidatos, encuestas y opositores.

Ya se sabe que no va a respetar la veda electoral, que continuará la entrega de apoyos federales y sus giras serán actos masivos, sobre todo en las nueve entidades donde se renovarán gubernaturas.

Así que López Obrador va a estar en campaña abierta y va a ir con todo por el llamado “Plan C”, con la finalidad de que Morena y sus aliados no sólo retengan la Presidencia, sino que también consigan la mayoría calificada en las cámaras de diputados y senadores.

Porque, como lo ha expresado reiteradamente, un mes antes de irse presentará al nuevo Congreso de la Unión paquetes de iniciativas para reformar la Constitución.

Uno de estos, muy peligroso, pretende establecer en la Carta Magna que los jueces, magistrados y ministros sean electos en las urnas, a través de voto directo y secreto, con la finalidad de impulsar una ‘purga’ en el Poder Judicial y sustituirlos por aliados de la 4T.

Con ello completará el sueño dorado de cualquier autócrata: Controlar todos los poderes; el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial. Todo, absolutamente todo, en las manos de un hombre aparentemente en el retiro.

De las Fuerzas Armadas y el crímen organizado, mejor ni hablamos.

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