Chiautempan, Tlaxcala.- En un momento en que se supone que las fuerzas del orden deberían ser un refugio para los ciudadanos en apuros, un lamentable suceso demostró lo contrario.
Eran alrededor de las 7 de la mañana, y mientras me dirigía a mi casa en Santa Ana Chiautempan, me percaté de una joven visiblemente desorientada que pedía ayuda en la parada de autobús. La mayoría de las personas en el lugar la ignoraron, pero su angustia era palpable. Se desplomó en el suelo, y decidí acercarme para preguntarle si estaba bien o necesitaba ayuda.
La joven, originaria de la Ciudad de México, estaba aterrada y no sabía dónde se encontraba. Me contó que había sido víctima de un intento de abuso sexual por parte de unos desconocidos a los que había contactado en una fiesta a la que había sido invitada junto a su novio. En ese momento, un hombre se acercó a ella y le dijo que se fuera con él, pero ella, con temor en los ojos, me pidió que no la dejara ir con él.
La puse a salvo en mi vehículo y llamé al 911 para solicitar ayuda. El hombre se identificó como alguien relacionado con la familia de la joven, pero ella lo señaló como uno de los presuntos agresores. Esperábamos la llegada de la policía con la esperanza de que se hiciera justicia y se protegiera a la víctima.
Sin embargo, lo que ocurrió a continuación fue desolador. Los primeros en llegar fueron los policías municipales de Chiautempan, liderados por un oficial que demostró ser completamente inepto. En lugar de enfocarse en la situación, su primera pregunta fue por qué la joven estaba en mi automóvil y advirtió sobre la presencia de cámaras de seguridad.
La policía debería ser un refugio para las víctimas, pero en este caso, la preocupación inicial del oficial parecía centrarse más en la exposición mediática que en la seguridad de la joven. Para empeorar las cosas, apareció una mujer que afirmó ser la cuñada de la víctima, y sin mayores investigaciones, los agentes simplemente le entregaron a la joven. Fue un desenlace descorazonador.
Afortunadamente, la llamada al 911 quedó registrada, y nunca colgué el teléfono, lo que podría servir como evidencia en futuras investigaciones. Sin embargo, queda un amargo sabor de boca y una profunda decepción en lo que respecta a la respuesta de las autoridades locales.
Por Duncan Mauricio Maccomish Dominguez.
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