Los datos no mienten y la debacle del PRI es innegable: una reducción del 31.6% de su militancia acreditada entre 2020 y 2023 ha sacudido los cimientos de este partido que alguna vez fue invulnerable.
¿Qué Sucedió?
Los números son contundentes y desoladores para el PRI. En el año 2020, sus filas contaban con 2,065,161 militantes registrados ante el Instituto Nacional Electoral (INE). Sin embargo, el horizonte de 2023 arroja una cifra que refleja una caída vertiginosa: 1,411,889, una pérdida de 653,272 miembros. Esta es la caída más pronunciada que han registrado los partidos en este período, y el PRI encabeza este sombrío ranking.
Este descenso alarmante no se aísla en el escenario político. Otros partidos también han experimentado una reducción en sus padrones, como el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Verde. No obstante, la magnitud de la merma en las filas del PRI apunta hacia una crisis interna profunda que exige un análisis más detenido.
Factores Determinantes
Múltiples factores convergen para tejer la narrativa del declive priista, transformando un coloso político, que fuera del Frente Amplio por México, estaría en aprietos. Estos elementos clave ayudan a contextualizar la caída del PRI:
Desgaste del Legado: El PRI es un partido cuyo legado es una espada de doble filo. Aunque durante más de siete décadas fue la fuerza dominante, se encuentra atado a prácticas del pasado como el autoritarismo y el clientelismo. A medida que México abrazaba la democratización, estas prácticas se convirtieron en una rémora que minó la confianza del electorado.
Renovación Olvidada: La falta de renovación y la persistencia de líderes tradicionales han relegado al PRI a la categoría de partido anticuado. La ausencia de caras nuevas y enfoques frescos lo ha desconectado de una ciudadanía que anhela representación actualizada y dinámica.
La Sombra de la Competencia: El surgimiento de nuevos actores políticos, como el Partido Acción Nacional (PAN) y el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), ha sacado partido del descontento con el PRI. La competencia en el campo político ha erosionado la supremacía histórica del partido y ha ofrecido alternativas atractivas a los votantes.
Escándalos de Corrupción: Los escándalos de corrupción y malas conductas protagonizados por miembros del PRI han corroído su imagen. Las acusaciones de desvío de fondos y abuso de poder han minado la credibilidad del partido, proyectando una imagen de falta de integridad.
Identidad Ideológica Diluida: El PRI ha perdido su identidad ideológica a lo largo del tiempo. Aunque alguna vez se consideró un partido con matices populistas y nacionalistas, la línea ideológica se ha vuelto borrosa. Esta falta de cohesión ideológica dificulta su conexión con segmentos diversos de la sociedad.
Desconexión Generacional: Las nuevas generaciones de votantes en México tienen una perspectiva limitada de los días en que el PRI era el partido hegemónico. Para ellos, las narrativas del pasado pueden parecer irrelevantes y desactualizadas, exacerbando la dificultad del PRI para atraer a este público.
Secuelas de Administraciones Pasadas: La administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018) dejó una huella indeleble en la percepción pública del PRI. La baja aprobación y las controversias, como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, dejaron una imagen negativa que aún perdura.
La pérdida de más de 650,000 militantes en tres años representa un llamado de atención urgente para el PRI. En un entorno político cada vez más diversificado y competitivo, el partido enfrenta la tarea monumental de redefinir su papel en la política mexicana. La adaptación al Frente Amplio por México con un enfoque ciudadano y la reinvención de su forma de hacer política, son necesarios para sobrevivir y prosperar en el futuro político de México.
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