Una vez más nos encontramos frente a acusaciones de traición que, en el escenario político actual, envuelven al gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo.
Las acusaciones de haber traicionado al priismo y a su propia familia política, e incluso de haber operado en contra de Alejandra del Moral, la candidata que él mismo impulsó, han desatado una ola de críticas y comentarios.
No es la primera vez que escuchamos este tipo de señalamientos en relación a los gobernadores priistas. Parece haberse establecido una preocupante tendencia en la que algunos gobernadores del PRI optan por abandonar sus responsabilidades partidistas en busca de oportunidades e impunidad, dejando atrás la lealtad partidista.
Lamentablemente, la traición parece haberse convertido en una práctica recurrente en las filas del PRI.
¿Es acaso un reflejo de una crisis más profunda dentro del partido? ¿Estamos frente a la extinción del PRI?
Es probable. Pero las críticas y acusaciones a del Mazo no se han hecho esperar.
Silvano Aureoles, miembro del PRD y exgobernador de Michoacán, no escatimó en sus críticas hacia el gobernador del Estado de México, asegurando que su nombre quedará en el olvido por su traición. Por su parte, el exsenador panista Javier Lozano lo ha calificado de "cobarde" en relación a su apoyo público a Delfina Gómez y sus deseos de éxito para ella en el Estado de México.
Incluso dentro del PRI, Paloma Sánchez, vocera del partido en la Cámara de Diputados, ha acusado a Del Mazo de haber dado la espalda al partido y de operar en su contra.
Tal vez sea tarde para un partido político liderado por un personaje impresentable como Alito Moreno, pero es necesario que el PRI reflexione y tome acciones para abordar esta problemática.
La traición y la falta de lealtad no solo debilitan la imagen del PRI, sino que también generan desconfianza y decepción entre los ciudadanos y estamos en la puerta de entrada rumbo a la elección del siguiente año.
El caso de Alfredo del Mazo, finalmente, será un recordatorio de que el PRI no supo hacer una introspección y revisar sus valores fundamentales.
El PRI, sobre todo el de Alito Moreno, es un PRI sin fuerza, carente de ética, sin compromiso público rea,l que no podrá recuperar la confianza y la credibilidad perdida.
La traición no puede ser tolerada, ni normalizada en la política. En política, al final, la traición es el lucro de un personaje que vendió el esfuerzo de mucha gente
Pero es tarde. El PRI no va a tomar medidas para evitar que estas prácticas continúen ocurriendo en su seno y se encamina a un abismo.
El PRI y sus reiteradas traiciones, dentro de sí y para con los ciudadanos, perdió todavía más credibilidad y, como nunca, se abre una seria interrogante sobre la supervivencia y la relevancia que puede tener para las siguientes elecciones.
Horacio De la Cruz S. | Twitter: @hcsblog Asuntos de Estado
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