Omitiré parcialmente algunos nombres, en algunos casos por respeto y en otros por discreción.

Iniciaban los festejos burocráticos de fin de año de 2005, la noticia de la detención de Lydia Cacho fue desestimada por Valentín Meneses, director de Comunicación y compadre de Mario Marín, quien compartía con el gobernador una especie de soberbia borrachera de poder.

Llegó el año 2006 y todavía sonreían socarronamente sobre el tema, hasta que en febrero se filtraron por el gobierno federal panista las conversaciones entre Mario Marín y Kamel Nacif, donde se hablaba de la detención ilegal de Lydia Cacho y el posible atentado que sufriría mientras estuviera recluida en el penal de San Miguel.

A pesar de todo, la soberbia era tan grande que pensaron que el "escándalo" pasaría en pocos días.

En una reunión entre el "asesor" de imagen Sánchez Galicia, Meneses y otro miembro del equipo de imagen de Mario Marín, de apellidos González Molina, se decidió cómo manejar la crisis que enfrentaba el gobernador.

Todo se evaluaba con una actitud optimista: una gira por los medios, negar que la voz en las grabaciones fuera de Mario Marín, sobornos por aquí y por allá, y creían que todo se olvidaría.

Fui el último en salir de esa reunión. Le dije a Meneses, palabras más, palabras menos: "Se equivocan, esto es más serio. El gobernador podría ser llamado a tribunales por violaciones graves a los derechos humanos. Más allá de la estrategia mediática, deben preparar la defensa legal del gobernador y basar sus declaraciones en eso".

Meneses, se quedó pensando. No dijo nada y nos despedimos. Sánchez Galicia y Gonzáles Molina, también contagiados por esa borrachera de poder, siguieron el curso que habían planeado para Mario Marín.

Esa noche, González Molina me llamó a mi entonces domicilio en Puebla:

"Ya estamos en la Ciudad de México. ¿Conoces a alguien en el Reforma?"

"¿Para qué?", respondí.

"Para que nos ayude con una entrevista".

Permanecí en silencio unos segundos, recordé a "El Chino", como solíamos llamarlo, pero contesté: "No".

Antes de colgar esa noche, escuché por teléfono a González Molina, Sánchez Galicia, Meneses y a alguien más, aparentemente celebrando no sé qué con Mario Marín.

Al día siguiente por la mañana, el gobernador se entrevistó con Carlos Loret de Mola. El resultado: una entrevista que se convirtió en una exhibición a nivel nacional de un gobernador mentiroso, soberbio y culpable mediáticamente de abuso de poder.

Corrieron unos días más, la crisis evolucionó de un asunto mediático a un asunto jurídico que sólo atinaron a medir cuando un abogado de apellido Esponda, amigo del entonces ya presidente de la República, Felipe Calderón, les dijo no a la defensa de Mario Marín.

¿Por qué?, preguntaron, él les respondió firme y tajante: ¡ningún abogado serio va a defender a un pederasta!

Horacio De la Cruz S. | Twitter: @hcsblog | HCSblog