La violencia política asoma.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), un territorio conquistado parcialmente por AMLO, pero no dominado, vive tiempos donde se ha normalizado la confrontación física y verbal en su contra, como una herramienta para expresar descontentos y buscar el “cambio que demanda el pueblo”.

Es cosa de todos los días ver a porros amenazar e insultar a los ministros de la Corte, o a quienes difieren de ellos.

Resulta inquietante que desde Palacio Nacional estas acciones de violencia política, física y verbal, sean auspiciadas por el propio presidente López Obrador y quienes en Morena manejan a los grupos de choque.

¿Cómo fue que olvidamos que la violencia, ya sea física o verbal, no es la vía para construir una sociedad democrática?

En el supuesto que el 4 de Junio Morena pierda Coahuila y el Estado de México ¿cómo va a reaccionar el presidente? ¿Cómo se van a comportar los grupos de choque afines a Morena?

Sin duda el 5 de julio, ofrecerá un escenario de lo que puede ocurrir antes, durante y después de las elecciones del próximo año.

Lo mejor sería serenar los ánimos, porque la situación política y el nivel de violencia pueden cambiar rápidamente -para mal- a todo un país. No olvidemos la lección que nos ofrecen países latinoamericanos, donde se han reportado episodios de violencia política como forma de disputa por el poder.

Desde hace varios años, Venezuela ha experimentado una creciente polarización política que ha llevado a enfrentamientos violentos entre partidarios del gobierno y la oposición. Las protestas masivas, la represión gubernamental y los actos de violencia han sido recurrentes en este contexto. Hoy, en México lo sabemos muy bien, hay un éxodo de venezolanos que no quieren saber nada de la situación política de su país.

Bolivia también ha sido testigo de episodios de violencia política. Tras las elecciones presidenciales de 2019, hubo protestas, enfrentamientos y actos violentos, lo que llevó a la renuncia del entonces presidente Evo Morales y a una crisis política en el país.

Aunque Colombia ha experimentado avances significativos en términos de estabilidad y paz, todavía se registran actos de violencia política. En particular, los enfrentamientos entre grupos armados, la violencia relacionada con el narcotráfico y los asesinatos de líderes sociales y políticos son una preocupación constante en el país.

En Nicaragua, desde el estallido de protestas en 2018 contra el gobierno del presidente Daniel Ortega, se han registrado actos de violencia política. Las protestas fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad y grupos afines al gobierno, lo que resultó en un número significativo de muertes y heridas.

Estos son solo algunos ejemplos y el presidente López Obrador los conoce bien. Así que de registrarse episodios de violencia política en México, antes o después del 4 de junio, no será una casualidad, sino un acto deliberado para empeorar las condiciones políticas y de seguridad del país.

Horacio De la Cruz S. | Twitter: @hcsblog Asuntos de Estado