Los políticos y genios del marketing político, para ocultar lo obvio, se inventan reglas y formas francamente absurdas.

El caso del presidente de la república exhibido en video todo descompuesto previo a su traslado de Mérida a la Ciudad de México, con el brazo contraído y tambaleante, lo evidencia como lo que es y somos todos: mortales.

Eso de fomentar la idea del súper AMLO macaneando y corriendo, es pura faramalla. López Obrador es un hombre enfermo con cuidados médicos de élite que le atienden oportunamente, pero si su pecho no es bodega, su cuerpo tampoco es de acero.

Es cierto, se acerca un periodo electoral intenso y el presidente tiene la idea de dominar la sucesión y para ello cree que necesita verse indestructible e impetuoso; pero eso es lo que quiere él, no necesariamente lo que puede ocurrir. Así que en lugar de inventarse aquello de que es un presidente físicamente fuerte, casi semidiós, deberían pensar más en el país que en su imagen electoral.

Ahora, como nunca en sus 4 años de gobierno, la transparencia y la honestidad son fundamentales para el buen desempeño del gobierno y la estabilidad política.

La salud del presidente es un tema de interés público, no privado, y es importante que se informe de manera clara y veraz.

Los rumores y especulaciones desatados los han provocado en Palacio Nacional al no informar objetivamente sobre su contagio de COVID-19 y la posterior negación de un infarto. Pero aunque no quieran, esa falta de transparencia está generando desconfianza en la población y aumenta la percepción de que algo se oculta.

Es importante recordar que la salud del presidente no solo es importante para su bienestar personal, sino que también tiene implicaciones en la estabilidad política y en la toma de decisiones en el país. Si el presidente se encuentra más enfermo de lo que dicen, es importante que se informe de manera transparente sobre su estado para evitar la incertidumbre y la desconfianza en las instituciones gubernamentales.

Hay una teoría que se llama de las “expectativas racionales”. Nos enseña que las personas toman decisiones basadas en la información que tienen disponible.

Si se oculta información sobre la salud del presidente, la población, los políticos y los agentes económicos pueden tomar decisiones basadas en una percepción incompleta o errónea de la situación. Esto podría afectar la estabilidad y la toma de decisiones más allá del gobierno.

Es mejor informar con objetividad, que pretender tapar el sol con un dedo. Depende completamente de Palacio Nacional evitar la incertidumbre y la desconfianza.

De nada sirve culpar a los demás de “los rumores”. La falta de transparencia sobre la salud del presidente puede tener consecuencias negativas, muy negativas, para el país, si donde se toman decisiones se mantiene la idea de seguir presentando al hombre más importante del país, como si fuera sobrehumano.

Horacio De la Cruz S. | Twitter: @hcsblog | HCSblog