La recurrencia actual con la que escuchamos hablar de “un gobierno del pueblo y para el pueblo”, me hace recordar el ambiente universitario en las facultades de Ciencias Políticas y de Economía de la UNAM, en los ochenta del siglo pasado.

Entonces sólo las separaba un corredor en el que mediaba un amplio patio y al fondo del mismo el comedor universitario.

Las clases en ambas facultades estaban plagadas de ideología marxista-leninista, al grado de la exaltación demagógica.

Se hablaba de la Revolución Rusa de 1917 como uno de los eventos más importantes del siglo XX, que lo fue, pero tendenciosamente muchos profesores evitaban abordar la desgracia humana y política que desencadenó, o bien, recurrían a la puerta fácil: echar la culpa a la explotación capitalista, a los aristócratas “conservadores”.

La Revolución Rusa puso fin al régimen zarista y estableció un gobierno socialista liderado por los bolcheviques, dirigidos por Vladimir Lenin.

Lenin hablaba de un gobierno "del pueblo y para el pueblo" (la ‘frasecita’ es más vieja aún). Sí, como lo lee, justo como el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Pero la historia del siglo XX da cuenta que el régimen comunista pronto se convirtió en una dictadura autoritaria que suprimió la disidencia y violó los derechos humanos.

¿Coincidencia? No lo creo.

El presidente López Obrador se formó en ese ambiente académico donde se enseñaba con admiración demencial cómo Vladimir Lenin fue el líder carismático de los bolcheviques, un partido político socialista que surgió en Rusia en la década de 1900. Lenin tenía una visión clara de cómo debía ser organizado el partido comunista, y trabajó duro para crear una estructura de partido disciplinada y centralizada que pudiera llevar a cabo su visión.

Era inevitable que el actual presidente de México aprendiera en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, uno de los principios fundamentales del Partido Comunista de Lenin: la centralización del poder. Lenin creía que el poder debía ser centralizado en un pequeño grupo de líderes, que él comandaba, que tomarían todas las decisiones importantes y que los miembros del partido debían aceptar estas decisiones sin cuestionarlas.

Para implementar este principio, Lenin creó un Comité Central del Partido Comunista, que estaba compuesto por los líderes más cercanos a él. El Comité Central tenía el poder de tomar decisiones importantes y de emitir directrices que debían ser seguidas por los miembros del partido en todo el país. Además, el Comité Central controlaba los medios de comunicación y la propaganda, lo que le permitía controlar la opinión pública y mantener el poder.

Otro principio fundamental del Partido Comunista de Lenin fue el uso de la violencia política para mantenerse en el poder. Lenin creía que la violencia, y particularmente la violencia política, era necesaria para derrocar a los enemigos del pueblo, incluyendo a los capitalistas y los terratenientes. Después de la Revolución, Lenin creó la “Cheka”, una organización policial secreta que se encargaba de espiar y reprimir a los opositores al régimen. La “Cheka” fue responsable de la ejecución de miles de personas y de la represión de cualquier tipo de disidencia.

La represión y el uso de la violencia fueron una parte integral del régimen comunista de Lenin. El régimen de Lenin no toleraba ninguna forma de disidencia o de oposición, y cualquier persona que fuera percibida como una amenaza era rápidamente reprimida de diversas maneras.

El impacto en la sociedad rusa fue profundo. De ahí emergieron otros líderes que superarían en atrocidades a Lenin. Pero esa es otra historia.

Aquí lo importante es describir cómo la idea “de un gobierno del pueblo y para el pueblo”, que parece una idea noble, puede ser corrompida por el poder y el pretexto maniqueo para destruir a los opositores.

Al final, la promesa de un gobierno "del pueblo y para el pueblo", dice la historia, fue traicionada por la creación de un régimen autoritario que suprimió la disidencia, las libertades, y violó los derechos humanos.

Addendum: si le interesa profundizar sobre el tema, le sugiero estas dos lecturas:

Fitzpatrick, S. (1994). The Russian Revolution. Oxford University Press.

Pipes, R. (1990). The Russian Revolution. Vintage.

Horacio De la Cruz Sabás | Twitter: @hcsblog HCSblog