A pesar de que los bancos centrales de todo el mundo han estado subiendo las tasas de interés para combatir la inflación, las deudas acumuladas durante la crisis financiera mundial y la pandemia de COVID-19 han complicado la tarea.
Carstens ha enfatizado que la estabilidad financiera no se define por las tasas de interés o los niveles de deuda, sino por una combinación de fuerzas políticas, tecnológicas y políticas macroeconómicas. Además, ha señalado que los bancos centrales enfrentan grandes pérdidas en los bonos emitidos para impulsar las economías durante las crisis, lo que significa que los gobiernos ya no están recibiendo una parte de los beneficios que esas compras generaron una vez.
Asimismo, Carstens ha destacado la inestabilidad financiera como otro reto importante, ya que las tensiones bancarias han estallado en cerca de una quinta parte de los casos en los últimos 50 años. Esto, sumado a los mayores aumentos de la inflación y los niveles más altos de deuda del sector privado, hace que las tensiones sean cada vez más probables.
Carstens ha llamado a los responsables de política monetaria a modificar su enfoque en el futuro y abstenerse de aplicar recortes agresivos de las tasas o estímulos cuando la inflación se sitúe por debajo de los objetivos. Esto ayudaría a limitar los efectos secundarios negativos de unas tasas de interés ultrabajas, sobre todo la acumulación del tipo de vulnerabilidades financieras que se han observado recientemente en el sistema bancario.
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