No veo en el horizonte de México a un gobierno radicalmente autoritario, mucho menos una dictadura.

Es cierto, el centralismo y la concentración de poder que encarna Andrés Manuel López obrador en México acumula ya una historia de destrucción y muerte que no se ha dimensionado correctamente, pero el sistema político mexicano va a tener que corregir el rumbo si la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se apega a la Constitución y rechaza el Plan B que pretende hacer del Instituto Nacional Electoral (INE) un organismo enclenque e inoperante.

El legado de represión, violencia y sufrimiento del siglo XX, que aún hoy en día se siente en muchos países del mundo, no tiene cabida en el México actual.

Peligrosamente nos hemos acercado al autoritarismo porque el poder está concentrado en una sola persona que considera que no tienen por qué rendir cuentas, mucho menos responder ante la ciudadanía ni ante instituciones democráticas.

Pero después de las concentraciones de ciudadanos manifestantes en más de 120 ciudades del país, que fácilmente superan el millón y cientos de miles más, representan un bloque de contención a ese autoritarismo que ha inflado la idea de que Andrés Manuel López Obrador encarna al líder que tiene derecho a tomar decisiones sin la necesidad de tener en cuenta la opinión de los gobernados.

Es cierto, la práctica presidencial se ha orientado a la construcción de un sistema autoritario basado en la progresiva restricción de los derechos y las libertades civiles, políticas y económicas, favoreciendo el predominio del ejército en las tareas públicas y la tolerancia de grupos criminales y acciones indolentes de los distintos órdenes de gobierno, escudados en el discurso del “pueblo bueno” y en contra de los “conservadores” y “fifís”.

Pero las cosas van a ser diferentes si la SCJN invalida por inconstitucional el Plan B de AMLO.

El presidente tan diligente con las dictaduras, tendrá que abandonar a medida que su poder fenece la práctica autoritaria del poder concentrado en su persona y el sueño del líder que tiene el control absoluto sobre el Estado y las instituciones, lo que le permite tomar decisiones arbitrarias y sin el respaldo de la ley, el insulto y la represión sistemática a la prensa y a la oposición política.

El domingo 26 de febrero del 2023 volvió a emerger una sociedad civil y civilizada, que va a impedir que el sueño dictatorial de AMLO se concrete. No ha importado, ni importará, el insulto y los adjetivos que todos los días escupe en sus peroratas. Mucho más allá de los partidos políticos, hay conciencia para impedir que del autoritarismo del que hace gala, deriven acciones de gobierno devastadoras como la represión política, la censura, la tortura, las ejecuciones disfrazadas de cualquier cosa y que limite el desarrollo y la prosperidad por sus fobias ideológicas.

Horacio De la Cruz S.