No hay razón para el discurso de odio y la violencia verbal que representan dos de las mayores amenazas a la coexistencia pacífica y el diálogo democrático. Pero desde las ‘mañaneras’ se observa un aumento alarmante de este tipo de comportamiento, que trasciende como instrucciones a seguidores y partidarios de la 4T.
Veamos. En su conferencia matutina de este lunes, el presidente López Obrador concedió su primer comentario a la marcha en la que este domingo participaron ciudadanos, organizaciones civiles y simpatizantes de partidos políticos.
“Es bueno que las facciones conservadoras se vayan uniendo, eso es bueno para el país, para que ya no haya simulación, que se sepa que el PRI y el PAN son lo mismo”Pero no tardó en expresar que en la marcha se mintió y que los manifestantes son “antidemocráticos” y que fueron convocados por “puros mapaches electorales”.
Estas declaraciones, en contra de un amplio sector de la sociedad que ve en su Plan B una amenaza a la democracia, crea una atmósfera de hostilidad que ha fomentado comportamientos violentos y discriminación en contra de quienes no coinciden con él.
Muy lamentable que el presidente no dimensione los efectos negativos del discurso de odio y la violencia verbal. En los hechos, propicia y proporciona herramientas que derivan en hostigamiento social y virtual.
En ese tenor, en forma de burla, el presidente Andrés Manuel dijo que “se robaron algunas carteras en la marcha, cómo no, si había puro delincuente de cuello blanco, tenían potencial” y presentó una cuadrícula de académicos, políticos, activistas y artistas que participaron en la manifestación de este domingo.
Uno a uno los fue descalificando, entre ellos al ex ministro José Ramón Cossío, el senador Emilio Álvarez Icaza, el periodista Sergio Aguayo y el productor de televisión Pedro Ortiz de Pinedo, de una lista de más de 20.
Queda claro que en Palacio Nacional no hay una cultura de tolerancia y respeto a la diversidad.
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